Compartiendo una reflexión que, cual sorbo de un buen trago, ha encendido mi espíritu. En estos tiempos que corren, al contemplar los elixires que alegran nuestras veladas, aquellos destilados de fuego que calientan el alma, surge una interrogante: ¿Por qué razón, les pregunto, todos nuestros destilados ostentan con orgullo ese 41% de alcohol por volumen?

Esta cifra, es un designio y no un capricho de la alquimia. Al hilo de tal misterio, la figura de nuestra Frida Kahlo. Quién justo a sus cuarenta y un años de vida, pintó un "Autorretrato" por encargo de su buen amigo, el doctor Samuel Fastlicht. En esta obra, pocas veces vista sin compañía de bestias o almas, la vemos ataviada con un traje de tehuana, el rostro surcado por lágrimas que no ocultan el hondo pesar de su espíritu. Un lienzo, sin duda, que grita el dolor que la consumía.

Fue también en aquel año crucial que nuestra pintora, con férrea voluntad, decidió reincorporarse al Partido Comunista Mexicano. Un acto que la alineaba de nuevo con Diego Rivera, su gran amor y su tormento, quien a su vez había regresado al seno del partido en ese mismo tiempo. Una unión, que perduraría, con sus altas y sus bajas, hasta el día de su muerte.

Así pues, mientras el misterio del 41% vol. alc. permanece en el vaso, la vida de Frida, con sus penas y sus pasiones, nos ofrece un espejo en el cual la fortaleza del espíritu y el arte se entrelazan de forma indisoluble.